domingo, 30 de noviembre de 2014

LA NATURALEZA OLVIDADA DE DIOS


… Y tras crear Dios el Edén, a lo visible y lo indivisible, al Hombre y a la Mujer, a todas las criaturas vivas del cielo y de la tierra y a todo aquello que era apto para el bien de la Humanidad, decidió descansar al séptimo día, olvidándose por completo de colocar algunas de las especies dentro de aquel vergel, dejándolas por consiguiente, apartadas en una isla desierta, a la cual llamó La Atlántida…

En ella, diversidad de especies esperaban que el Señor se acordase de ellas y pudiera darlas cavidad en el Paraíso, tal y como había prometido y acordado.

Pero no fue así…

Todas las mañanas, animales y plantas, se levantaban con la esperanza de que aquel pudiera ser su gran día y que por fin, se acordara de ellos y las llevara a ocupar parte de aquella majestuosa y virgen tierra que había creado.

Durante mucho tiempo, los árboles de la isla, se dedicaron a caminar de un lado a otro esperando tal acontecimiento, cuchicheando entre ellos sobre el tema y esperando a que Dios se acordase de lo que había prometido, pero con el tiempo, empezaron a acostumbrarse a vivir sin esperanzas, olvidándose de las esperanzas con las que habían crecido. Por tanto, se dedicaron a no pensar nada más que en ellos mismos y no en aquel que tenían al lado, apartándose de ellos para no echar raíces y quedarse asentados.

Ninguno se sentía dichoso de su vida, y las pocas veces que lo eran, no se acordaban del Señor para nada. Tan solo, cuando la desgracia se apoderaban de ellos y salía su nombre en sus pensamientos.

Árboles, arbustos, plantas y animales, se dedicaron a vivir en monotonía y empezaron a sentir el silencio de la isla. Si hubieran tenido ombligo, seguramente hubiera sido el centro de su existencia.
Dios, por su parte, observaba desde las alturas su “despiste” y, confiado, esperaba que no perdieran aún el ápice de fe para lo que fueron creados.

El silencio pasó de la calma al ruido interno de sus almas y dejaron de escuchar su espíritu para tan solo oír el ritmo de sus corazones, asumiendo un sentimiento profundo de tristeza. Este estado, se acomodó de tal forma entre ellos, que llegó a sentar precedente en aquella naturaleza olvidada en el arrecife.

Se perdió el equilibrio para lo que realmente fueron creados…

El Señor siguió observando entristecido.

Más allá, hacia el río, un Chopo bebía de un riachuelo que nacía de lo alto de la montaña. Junto a él, un Caballo blanco de crines aterciopeladas, le acompañaba. El árbol miró al cuadrúpedo y sonrió:

- No estoy solo – pensó – No me siento así, soy feliz. Sé que mi vida es larga en esta isla, es todo tan bonito y hay tantas cosas que ver. Todo es tan sencillo y saber que no existe en mí esa soledad. Hay tantos árboles, tantas plantas y tantas flores y tantos animales. Cada mañana me despierto y siempre le veo ahí. Es mi amigo y me hace tanta compañía. Hablamos de muchas cosas y sobre todo, nos reímos.

El caballo sintió la voz interior del árbol y dejó de beber, mirándole agradecido.

- No estoy solo, le tengo a él – siguió pensando - Además, somos muchos en el bosque, en la pradera, en el río, en el lago y en la montaña. Ayer mismo, me comentaba lo bonito que sería estar con más especies como ellos, no importa si son distintos. Compartir nuestras inquietudes y nuestros miedos, sobre todo, lo que pueda pasar en un futuro con nosotros…

El árbol cerró los ojos y miró al cielo. Suspiró.

- También me gusta meditar y puedo ir a mundos que están en mi mente, que seguro que, en algún lugar existen. Me siento muy bien meditando porque allí hablo con Dios. Le cuento mis problemas e inquietudes. Os puedo asegurar que es mi mejor amigo, porque me ayuda. Le oigo en silencio y me aconseja por qué camino ir y cuál es el correcto. Sé que Él también nos escucha. A veces le echo de menos, pero los ratos que estoy así, callado, disfruto de mi paz interior y me hace feliz… Sé que no estamos solos y que nos vigila en todo momento y no ayuda, ¿es que nadie repara en ello?

El caballo se rozó contra su tronco notando la pena que sentía el árbol

- ¿En qué piensas Chopo? – le preguntó el caballo.
- En la vida – le contestó.
- En verdad, amigo, quisiera ser tan inteligente y sabio como tú – suspiró el corcel – Aunque siempre me dices lo mismo: El tiempo lo cura todo, la vida te enseña a tener paciencia porque todo llega. No se corre, hay que esperar.

El Chopo sonríe, le mira a los ojos y le acaricia con una débil rama recién nacida.

- Somos afortunados, bello rocín de piel blanca, estamos vivos, respiramos. Solo el aire, para mí, es suficiente.

- Seguro que llegarán días mejores – continuó el animal, moviendo todo el cuerpo y luciendo sus crines al sol - Yo no me siento esclavo de nadie, nadie me ata, nadie me impide ser libre cuando salgo a galopar. Y encima, te tengo a ti de compañero y amigo.

El caballo observa de nuevo al árbol y observa su grandeza, su fuerza y vigor. Recuerda que, en todo momento, están vivos, y que en esta parte de su vida, se debe reír o llorar, aprender y escuchar. Que nunca estamos solos y que la soledad es para quien la busca y la encuentra, porque siempre habrá alguien a tu lado y por tanto, no debes sentirte abandonado… 

La vida es muy corta para guardar silencio...

El Señor, entonces, se alegró de lo que estaba viendo y sintiendo que su peso disminuía, pensó que si entre todas las semillas, una sola germinaba en la tierra, seguro que la vida seguía su rumbo y realmente, la naturaleza, no está tan olvidada como realmente parecía...


JMSalvador
30/11/14




domingo, 9 de febrero de 2014

SENTIRTE CERCA...


Ariadna, es la hermana del primo de mi mujer. Ella siempre ha contado, que aquel día fue cuando se dio cuenta de que existían los ángeles y que están con nosotros en la tierra. Su fe se perdió cuando murió su mamá.

Lucinda, como así se llamaba, falleció de cáncer dejando quehaceres pendientes en la tierra, sobre todo, aquellos que tanto ansiaba y sobre todo, acompañar a sus hijos en esta ardua batalla de la vida.

Ariadna cayó en una depresión y desasosiego que la hundió extremadamente.

Un día, años después de aquello, Ariadna se encontró con nosotros en un bar, para tomar un poco de mate y charlar de acontecimientos que habían cambiado su vida y que quería compartir con nosotros.

““Les cuento lo que me pasó estando un día en Argentina, rumbo a Buenos Aires, iba a viajar en un bus lujoso y cómodo para un puesto de trabajo que me habían recomendado en Bariloche. Como era normal, iba sola y me dio por pensar que las cosas no saldrían bien. Siempre, en los momentos más importantes de mi vida, mi madre había estado allí. Los nervios me hicieron perder la calma y necesitaba tomar un poco de aire y lavarme un poco la cara. Me acerqué al cuarto de baño y me miré profundamente al espejo buscando una quietud dentro de mí que me levantase la moral y que me dijese que todo iba a salir bien.

Cuando desperté de mi tránsito emocional, el corazón me dio un palpito y noté que los minutos habían pasado más deprisa de lo habitual y salir corriendo hacía el hangar donde debería estar el bus que me llevaría a mi destino, pero ya no estaba. Hacía salido puntual y a mí me había dejado en tierra, con mi maleta, con mi billete y sin esperanzas. Había tirado mi destino por la borda y sin ninguna fe de volver a recuperarla puesto que me esperaban en unas horas para entrevistarme y tomar posesión de mi nuevo cargo.

De pronto, una señora mayor se acercó a mí y me preguntó si podía hacerle el favor de meter mi mano en su morral y sacar un tubo de agua que tenía escondida en sus espaldas. La miré recelosa puesto que yo no hago esas cosas y menos con extraños, pero ella volvió a suplicarme ya que me explicó que era un incordio bajarse el morral de la espalda, con lo que pesaba, para luego volvérselo a subir.

Ella me sonrió y me pidió disculpas y eso me tranquilizó. Acepté su petición y saque su agua. Su sonrisa se hizo más viva y sus ojos brillaron un poco más de lo que anteriormente lo habían hecho. Me lo agradeció poniendo sus manos en las mías. 

- ¿De dónde venís? – me comentó
- De Arequipa, señora.
- ¿Cuántos días en Argentina?
- Vine a visitar a unos parientes a Santa Cruz y de paso encontré una buena oferta de trabajo. Llevo unas 20 horas de viaje y estoy extenuada.
- Yo también perdí el bus pero no me importa, yo vivo allí y no tengo prisa. Puedo coger el siguiente.
- Para mí el siguiente ya es demasiado tarde – le dije.


Volvió a sonreírme y agarrándome del brazo, tiró de mí. Me extrañé.

- Veni, vamos a coger un taxi.
- Pero…Es muy caro hasta allá.
- Nada, tranquila, lo pago yo ¿Para qué sirve la plata si no lo puedo gastar con los buenas amigas como tú?.

Durante el camino me explicó que ella tiene una tiendecita a dos cuadras del hotel donde me iba a alojar, así que, no habría ningún problema en dejarme cerca de donde ella iba.

Quienes me conocen, saben que no me gustan para nada los taxis y más si voy con desconocidos. Aun así, mientras ella hablaba, el sueño se apoderó de mí y me quedé dormida observando y oyendo su dulce voz.

- Descansa – oí que me decía.

Cuando me desperté habíamos llegado a San Carlos de Bariloche, nos bajamos del auto y pude observar la inmensidad de la ciudad fortificada por los Andes Patagónicos y el Lago Nahuel Huapi o isla de jaguar. Hacía algo de frio en aquella época del año.

-  Bien, ya hemos llegado. Media hora antes de lo que pensábamos. Allí está tu hotel y por allí mi tiendecita. Ya sabes dónde me tienes para cuando me necesites.
-  Muchas gracias, de verdad. Como se llama su tienda.
-  El hogar de Lucinda…
-  ¿Cómo?
- Me llamo Lucinda y ya sabes dónde tienes tu hogar cuando me necesites alguna vez. Y quieres hablar con alguien, mis cuatro paredes te escucharan.

Se volvió a montar en el coche y allí me quedé, sola, pensando y sin articular palabra. Me alojé, cené algo y a la mañana siguiente, me fui a la entrevista de trabajo. Como era de esperar, me dieron el puesto y fui muy contenta a la tienda de la buena señora a darle las gracias, ya que sin ella no me lo hubieran dado pero no la encontré.

Nunca volví a verla, nunca supe más de ella y en aquella tiendecita de recuerdos de la ciudad, nunca habían oído hablar de ella. Me quedé confusa pensando en lo que me había pasado.

Curiosamente, el apartamento que estaba de encima de la tienda estaba en venta y lo adquirí por un módico precio ya que, sus antiguos inquilinos, habían heredado dicha casa y querían deshacerse cuanto antes de ella, puesto que perteneció a su tía abuela Lucinda Salas.

Creo que deseaba tanto no encontrarme tan sola, que extrañé tanto a mi madre y desee que estuviera conmigo en aquel momento. Tal vez ella se había presentado ante mí en forma de ángel o era un espíritu el cual me había guiado hasta mi destino…””

JMSalvador
9/02/14




viernes, 24 de enero de 2014

ME PROPONGO

HOY ME PROPUSE SER FELIZ Y DECIDÍ NO DESAPROVECHAR EL DÍA. ASÍ QUE, DECIDO CAMBIAR MI ALMA, MI FORMA DE PENSAR, MI VIDA E INCLUSO, LAVAR MI CARA.

HOY HE DECIDIDO QUE QUIERO RESPIRAR AIRE FRESCO Y QUE NADIE ENTURBIE MIS DESEOS POR QUE HE DECIDO SACAR MIS ALAS Y VOLAR HACÍA DONDE ELLAS ME LLEVEN HASTA QUE MI CUERPO RENUNCIE A LAS GANAS.

HOY HE DECIDO VOLVER A SENTIR, CAMBIAR LA MÚSICA QUE SONABA DENTRO EN MI INTERIOR, QUE ME ANGUSTIABA Y QUE TANTOS TEMORES, EN MÍ ARRANCABAN...

POR FIN, HE DECIDIDO RENACER Y PASAR PAGINA.

HOY HE DECIDIDO QUE LAS PIEDRAS SE ESQUIVAN CUANDO NO SE APARTAN Y QUE LOS PELDAÑOS DE LA VIDA SE SUBEN POQUITO A POCO Y DE UNA EN UNA, DESPACITO PARA NO CANSAR DEMASIADO AL ALMA...

POR FIN, HE DECIDIDO CUAL ES EL CAMINO QUE DEBO TENER, QUE MI SENDERO HACE TIEMPO QUE ESTABA ESCRITO, SIN CAMBIAR NI UNA COMA, NI UN PUNTO, NI UNA SIMPLE ENTONACIÓN EN MI DESTINO...

QUE LAS PENAS DURAN UN SEGUNDO Y LAS ALEGRÍAS TODA UNA VIDA Y QUE SI PIENSO EN POSITIVO, POR MUY MAL QUE TENGA EL DÍA, TENDRÉ MI RECOMPENSA EN LA SIEMBRA, EN AQUELLA QUE PLANTE HACE JORNADAS.

ASÍ QUE, DECIDO, SIN TITUBEAR EN NINGÚN PUNTO Y SEGUIDO DE MI EXISTENCIA, QUE DEBO VOLVER SIN DEJAR PASAR UN SOLO SEGUNDO, A LO QUE ES MI NUEVA Y RENOVADA VIDA. AQUELLA QUE TANTO LABRÉ CON MIS MANOS Y QUE TANTO AMÉ CADA DÍA.

Jesús Mº Salvador © 
23/01/2014