lunes, 24 de septiembre de 2012

EL PLACER DE SER UNO MISMO


La vida es muy variada y a veces, hasta la nuestra resulta divertida.

Unas veces se nos rodean de buenos cumplidos y de favores, y otras se olvidan de que existimos y se nos cubre de vacío.

A veces, oiremos como somos de dulces y de atentos para con ellos y las alabanzas embriagan nuestro ser. Otro día criticaran nuestra alma y apuñalaran todo nuestro ser con sus murmullos incorruptos y desagradables.

Sentiremos como alzan nuestros valores en boca de otros y al rato, no tendrán en cuenta nuestros méritos bajando nuestro ego interno hasta el subsuelo.

Muchas veces, seremos los primeros y otras veces, seremos los últimos cayendo en desgracia de todos.

Por tanto, no debemos subirnos al pedestal engreídos el primer día porque al segundo, puede ser que nos aplaste una lápida de insultos y caigamos contra el suelo.

No tendremos porque sobrevalorarnos pero tampoco debemos subestimarnos.

Tenemos que ser intransigente y por tanto, exigentes con nuestros principios. No debemos perdonarnos nada de lo que hacemos porque solo nosotros debemos mostrarnos rígidos y duros con nosotros mismos y no con los demás. Si no eres fiel contigo mismo, no pretendas que los demás te sean fieles.

Por tanto, nuestra balanza del destino siempre estará nivelada. Ni nos condecorarán como dioses del olimpos con una corona de laureles por nuestras acciones, ni nos vitorearan como el torero que hace mal su faena en los ruedos.

Debemos ser siempre nosotros mismos y sonreír desde el primer segundo hasta el último, haya o no triunfos porque todo nos sirve para nuestro perfeccionamiento.


"No miremos la paja en el ojo ajeno, si no nos miramos antes, la viga que tenemos en el nuestro..."

Mateo 7:1-5



martes, 11 de septiembre de 2012

INFINITAMENTE INFINITO

Amar hasta que duela, hasta que pare de doler.
¿Será entonces cuando te he dejado de querer?

Y te si amo, ¿hasta cuando y hasta donde?
¿Hasta que tus defectos se hagan mis defectos y tus virtudes, mis virtudes?...

Y si comparto mi vida con tu vida, ¿la comparto por amor o con amor?

Y si te amo y no me amas,
¿te amo por amar o te amo porque me has amado?
Por ello y por tanto, ¿te debo seguir queriendo?...

Y si sufro porque no me quieres y en cambio continuo estando,
¿mi amor sigue siendo infinito o murió caminando?

Entonces, ¿por qué sigo a tu lado y aún creo que te sigo amando?...

Tal vez me he hecho tan cómodo que no veo que tu vela se ha apagado
Entonces, ¿porque no admito que todo a terminado?

Ya no sé cuando te amo o te quiero, cuando te odio o te extraño.
Cuando te aprecio o me olvido y cuando omito que te amo...

Y de pronto, el amor se hace silencio y nos acomodamos al mutismo.
Y con el tiempo nos damos cuenta, que nuestra mudez se ha convertido
en nuestro propio aliado.

Pero en cambio, seguimos juntos, con ese sentimiento que ya ha fallecido,
sujetando una ilusión que en su momento fue nuestro fiel amigo....

Amar por amar, amarnos en lo preciso
y aunque nuestro amor ya este finiquitado,
nuestro cariño, después de tanto tiempo,
será constante aunque de él ya no seamos dignos…


Ama y haz lo que quieras. Si callas, callarás con amor; si gritas, gritarás con amor; si corriges, corregirás con amor, si perdonas, perdonarás con amor”. 

San Agustín

JMSalvador
11/09/12






jueves, 29 de marzo de 2012

El Naufrago Alado


El viento soplaba con calma haciendo que la brisa marina rozase mi cara. Me encantaba subirme a aquella colina y ver desde lo alto, la inmensidad del mar que se alejaba por el horizonte.  Los verdes prados y el dulce a manzanos, se hacía sentir en cada rincón de aquella, por entonces, aldea.

Solía venir muy a menudo, cuando las cosas se me ponían feas o porque necesitaba pensar o hablar con los míos. Hoy en día sigo haciendo. Cuando puedo en carme y hueso y cuando no, en esencia, como me habían enseñado, desprendiéndome de mi capa externa para fundirme con mi aura y viajar acompañado de mi alma, por los confines de la tierra.

 Agarré mis piernas y puse la cabeza entre ellas. Sentí que me espiaban.

-          ¿Qué observas?
-          El mar y su infinita naturaleza – contesté sin dejar de mirar al frente.
-          ¿Y qué piensas? – insistió.
-          Que hay cosas que nunca se acaban. Cuanto más observo, más agua veo.
-          ¿Y que sientes? - se sentó a mi lado.
-          Que me canso de nadar y a veces me ahogo…
-          ¿Y qué decides?
-     Que no quiero seguir luchando con las olas y que prefiero que la profundidad me arrastre y me envuelva con todo su ser.

Se volvió a hacer el silencio mientras las gaviotas contorneaban su cuerpo en un sinfín de sube y baja.

-          ¿Y si te pongo una isla?
-          ¿Cuán lejos está? – dirigí mi mirada hacia él.
-          Lo que tú quieras que esté.- contestó.
-          ¿Y qué hay en ella? – proseguí.
-          ¿Qué quieres que haya en ella?
-          Soledad. – respiré profundamente.
-          ¿Solo?
-          Solo – afirmé.

El aire brotó entre las ramas y los árboles rugieron al compás. Estaba empezando el atardecer. Miré al cantico de las hojas.

-          ¿Y qué descubrirías en la isla? – continuó.
-          Que no tengo a nadie.
-          Porque quieres soledad. Tu mismo lo has decidido.
-          Creo que yo no lo decidí – me levanté de donde estaba sentado.
-          Tu mismo te cansastes de nadar – insistió.
-          Me cansé de nadar para los demás y incluso, para mí mismo.
-          ¿Y si te diera una isla distinta a la otra? – se deslizó por la dehesa.
-          Tal vez nadaría hacia ella.
-          ¿Y después?
-          Seguiría solo.- volví a afirmar.
-          ¿No quiere que nadie te acompañe?

Le miré con duda.

-          ¡¡Ay, déjalo ya..!!. Deja de torturarme….
-          Es mi trabajo.
-     No es tu trabajo, no es tu misión torturarme. No creo que puedas ser tan odioso, nadie puede serlo…
-         ¿Y por qué no?
-       Porque Dios no te hizo malo, por tanto, no puedes serlo. Puedes ser embustero, tentador, pero no puedes ser malo.
-    Recuerda que tengo un pasado. Él me echo de su lado… - clavó su mirada en aquel cielo con pinceladas anaranjadas.
-          ¿Y no luchastes por volver? ¿Lo hicistes? – me levanté para observarle más de cerca.
-          Me hice cómodo – me contestó

Dentro de esos ojos de cristal había un corazón que aún clamaba misericordia. Dejó de observar el cielo y se alejó de mi presencia. No soportaba que nadie indagase en su alma y menos un ser como yo.

-          ¿Por qué? – insistí.
-          ¿Ahora eres tu el que hace las preguntas? – me desafió.
-          Me gustaría conocerte. Apenas me hablan de ti.
-          Es mejor que sigan así….
-          ¿Tú tienes una isla? –observé de nuevo el horizonte…
-          ¿Y tú?
-          No sé – me acerqué al manzano a oler sus flores.
-          ¿No sabes?
-          Me cansé de luchar, de tirar de las navíos de los demás.
-          Pues no tires.
-          ¿Y por qué?
-          Porque estás cansado de tirar. Tú mismo lo has dicho.
-          Es que creo que ellos no van a tirar si no es con un poco de ayuda.
-          ¿Estás seguro? –me miró.
-          Creo que sí –dudé.
-          Déjales que se hundan en las profundidades o que naden solos.

Hicimos una pausa. Volví a mirarle para examinarle más detenidamente. Su altura y su precisión de un ser perfecto era de los más anormal entre ellos. Definitivamente, el Señor se había explayado en perfeccionarle.

-          Háblame de ti… proseguí.
-          ¿Qué quieres que te cuente?
-          Tu dejastes de nadar hace tiempo, ¿Por qué?
-          Tal vez porque yo también me cansé de hacerlo… - silenció sus palabras.
-          Creía que esto iba a ser más sencillo –suspiré – A veces pienso que nado contracorriente. Creí que algún día, llegaría a la orilla.
-          ¿A la orilla de donde?
-          A mi propia isla.
-          Pero sólo, como dijstes. – se acercó a mí, sintiendo en mi espalda su respiración pausada.
-          No, quería ir acompañado.
-          ¿De ellos?
-          Si, de ellos…
-         ¿De los que dices que te necesitan?
-    De los que nos necesitan – le desafié dándome la vuelta y clavando mis pupilas en las suyas – Llevarles a mi isla y salvándoles de una muerte segura.
-          ¿Y porque a tu isla y no a las de ellos? – sonrió alejándose de nuevo de mi lado.

Me hizo pensar.
.
-        ¿Crees que los estoy arrastrando a mi lado con mis ideas y convicciones? ¿Que estoy imponiendo mis propios criterios?
-          Tal vez… ¿Has pensado si realmente te necesitan?
-       Creo que cuando el Señor me trajo para formar parte de uno de los vuestros, sería por algo y no para perder el tiempo.
-          ¿Y crees que estás perdiendo el tiempo?
-          No lo sé. Dímelo tú…
-          Que pronto te has rendido… - hizo una mueca.


El sol empezaba a descender rumbo al norte de la península hispana. De pequeño solía creer que el astro rey, cuando tocaba el océano, se sumergía de tal forma sobre éste que terminaba apagándose. A veces, me sugestionaba tanto con aquella idea, que cerraba los ojos y creía oír el burbujeo del agua sobre la ardiente estrella.

Cerré los ojos para imaginármelo de nuevo y volver a sentir aquella sensación.

-          No me has contestado mi pregunta – continué sin dejar de revivir aquella sensación.
-          ¿Qué pregunta?
-          ¿Quien eres o quien solías ser?
-          Un ángel. Solía ser una ángel…
-          ¿Solías? – abrí los ojos.
-          Si, solía. Ahora soy un naufrago… Como tú.
-          Un ángel caído… - sonreí sin ganas.
-          En su momento quise arrepentirme. Con el tiempo, me acomodé.
-          ¿Y sigues en tu isla?
-          En mi isla.
-          ¿Sólo?
-          ¿Quién te ha dicho que estoy sólo? – me miró desafiante. – Pues te equivocas.
-          ¿Y quien tienes a tu lado? – acepté su desafío.
-          Almas como la tuya.
-          ¿Cómo la mía? – me sorprendí – ¡Explícate!
-       Si, almas que no desean ser salvadas, almas que renuncian a seguir viviendo y almas que salvan a otras almas en beneficio propio.
-          En parte hacemos lo mismo – afirmé.
-          Lo mismo no – negó.
-          ¿Cuál es la diferencia?
-         Que tu salvas almas para que no se ahoguen y para que lleguen a su isla o a la tuya y yo las dejo que se ahoguen o la tiento para hacerlo.
-          Pero les das una oportunidad.
-          Pero siempre a cambio de algo.

Suspiré.

-          ¿Piensas?
-          Si.
-          ¿En que?
-          No sé. Me apetece estar solo.
-          Me voy entonces – dijo alejándose.
-          Como desees – me conformé.
-          Piensa en ello, Íride –dijo alejándose hacia el acantilado.


Observé como se adentraba en el horizonte bajo una fina niebla que empezaba a ponerse. Era digno de ver como se deslizaba por el prado sin tocar una hoja, una rama o una minúscula flor que allí encontraba en su camino.

-          ¿Shatán? – paré su retirada.
-          ¿Hermano? – contestó.
-          No eres como dicen, estoy convencido – afirmé mis palabras.

Se volvió ante sí y mirándome fijamente con una mueca de gratitud, me respondió:

-         Hay un dicho que dice que nunca debemos confiarnos de la bondad de nuestros superiores… No te fíes de mi…
-          ¿No me salvarías si así lo necesitase?
-          Si mereciera la pena, así lo haría pero seguro que te condicionaría para mi conveniencia.
-          Aunque creo que ya lo has hecho – sonreí.
-          Bien entonces…
-          ¿Cuándo volveré a verte?
-          Cuando necesite cobrarte mis honorarios.
-          Entonces, te estaré esperando –  le confirmé.

Shatán desapareció ante mis ojos y yo empecé a prepararme para mi marcha. El sol ya estaba poniéndose y yo necesitaba descansar un poco.


JMSalvador
29/03/12


domingo, 19 de febrero de 2012

Cruzar el umbral de mi puerta


“”… Cuando mi hermana menor me llamó diciendo que había tenido un sueño muy extraño y que lo ha había plasmado como otras tantas veces en sus dibujos, comprendí que su consciente se había fundido con sus subconsciente y que estaba preparada para dar el gran salto. Visualizó una puerta en el infinito, un rostro con tres ojos y dos caras a los pies de la cama, las cuales se asomaban indistintamente como mascaras teatrales, divisando por tanto, sus alegrías y sus tristezas, Comprendí que el miedo que había sentido en ese momento estaba latente en su memoria…””

Nunca nos hemos puesto a pensar sobre el miedo que podríamos sufrir cada vez que cruzáramos al otro lado de la puerta, ya que a veces, no sabemos lo que podríamos encontrar al traspasar ese umbral que tantas veces atravesamos inconscientemente. Sobra decir cuando lo hacemos por primera vez.

Ese miedo a lo desconocido es parte del terror que se puede llegar a sentir tras atravesarlo, puesto que nuestras vidas pueden cambiar por completo. Nuestra mente crea por tanto, todo tipo de circunstancias pensando, muchas veces, que el arriesgarse a veces no merece tanto la pena y que siempre tenemos tiempo de echar marcha atrás.

Hay quien dice que cruzar el umbral significa morir y morir para renacer. Realmente es cierto puesto que nuestro destino, como Ave Fénix, resurge de nuestras cenizas cambiando 360º. Una decisión, una contradicción, una duda o problema adquieren otro matiz después de haber cruzado esa puerta que tanto tememos. En definitiva, un buen o mal paso dado en nuestra vida, cambiará nuestro camino, el resto de nuestra vida, aunque intentemos volver sobre nuestros anteriores pasos. Es decir, si portamos un objeto con nosotros, cuando queramos volver a dejarlo en donde antes estaba ubicado, ya no estará expuesto de la misma forma porque el tiempo y el entorno habrán cambiado y ya no será el mismo…

Así actúan nuestros pensamientos.

La puerta del infinito es la decisión que debemos tomar para cambiar un aspecto de nuestra vida. De nosotros depende abrirla o cerrarla para siempre. Cualquiera de estas dos tareas realiza un esfuerzo en nuestra mente para salpicarnos en la curiosidad y exprimirnos en la tentación de lo que hubiera pasado si hubiéramos tomado una de las dos decisiones: ¿Cual seria la correcta?. Y si hubiéramos descartado la siguiente, que hubiéramos ganado o perdido en la elección?...  Esa sombra de la duda, adquirirá por tanto, ese mal sabor de boca que se queda, tras el arrepentimiento.

Si la cerramos para siempre, nos quedamos con lo cotidiano y no avanzamos seguramente en nuestro camino. Si por el contrario, abrimos la puerta y pasamos al otro lado podía aparecer de nuevo la duda de habernos equivocado o tomado la decisión correcta. Por consiguiente, aunque rectificar sea de sabios, como un resorte, nuestra mente decidirá borrar los pensamientos convirtiéndolos en compartimentos o secciones de nuestro pasado para crear nuevas formas de pensar y dando paso a otra parte nueva y completamente distinta a la anterior y por consiguiente, a nuestra existencia.

A veces, incluso, al pasar de una habitación a otra, olvidamos lo que queríamos a hacer y a lo que realmente habíamos venido... Así actúan nuestros pensamientos.

Ahora, ya sabemos porque queremos decir “quise venir aquí por algo….””

Hemos arriesgado en cambiar nuestra vida y nuestro entorno porque cruzamos el umbral, porque queríamos sentir de forma diferente algo que queríamos tener o poseer. Hemos cambiado nuestra vida para mejor o peor. Pero sea lo que sea, hemos aprendido con ello.

El rostro de tres ojos es el miedo a lo desconocido, el miedo que podemos sentir al cruzar dicho umbral y por tanto, a lo que podemos encontrar tras él. El tercer ojo es la apertura de los sentidos y por tanto, nos abrimos a tener más consciencia más clara de aquello que nos rodea y que nos avisa de nuestros nuevo don. Nos informa, por tanto que el paso esta dado y podemos visualizar mejor las cosas.

De nosotros depende que nuestra vida tome una forma u otra y que quede agazapada a los pies de nuestra cama, con su cara de tristeza o de alegría porque lo que podemos encontrar al cruzar nuestro umbral todo depende del cristal con que se mire. Por tanto, debemos cruzarlo e intentar poner rostro a nuestro nuevo destino porque para eso lo hemos elegido.

Siempre debemos ser optimistas con aquellos que preferimos para nosotros y que arriesgarnos al abrir esa puerta, esperando a que aquel rostro que encontremos tras de ella, sea parte de nuestra vida que nos sonríe con esperanza...


“”Si no puedo cruzar una puerta, cruzaré otra o haré otra puerta. Algo maravilloso vendrá, no importa lo oscuro que esté el presente.””

Rabindranath Tagore

JMSalvador
19/02/2012



domingo, 12 de febrero de 2012

Una pequeña historia de amor...


En Nueva York un niño de 10 años estaba parado, descalzo, frente a una tienda de zapatos apuntando a través de la ventana y temblando de frío. Una señora se acercó al niño y le dijo:

         - "Mi pequeño amigo ¿qué estás mirando con tanto interés en esa ventana?".

La respuesta fue:

         - "'Le estaba pidiendo a Dios que me diera un par de zapatos".

La señora lo tomó de la mano y lo llevó adentro de la tienda, le pidió al empleado que le diera media docena de pares de calcetines para el niño.

Preguntó si podría prestarle una palangana con agua y una toalla. El Empleado rápidamente le trajo lo que pidió. La señora se llevó al niño a la parte trasera de la tienda, se quitó los guantes, le lavó los pies al niño y se los secó con la toalla.

Para entonces el empleado llegó con los calcetines, la señora le puso un par de ellos al niño y le compró un par de zapatos. Juntó el resto de los calcetines y se los dió al niño. 

Ella acarició al niño en la cabeza y le dijo:

          - "¡No hay duda pequeño amigo que te sientes más cómodo ahora!"

Mientras ella daba la vuelta para marcharse, el niño la alcanzó, la tomó de la mano y mirándola con lágrimas en los ojos le preguntó:

          - "¿Es usted la esposa de Dios?"



lunes, 6 de febrero de 2012

¡A pesar de todo, confía en Dios!


El amor de Dios no siempre nos libra de dificultades, pero es un amor que siempre nos libera a través de las dificultades.

La vida está llena de pruebas y dificultades.

Todo el mundo atraviesa situaciones o circunstancias que dejan que desear, o con las que tenemos que lidiar y enfrentar todos los días.
La vida en la Tierra es un banco de pruebas y ensayos que nos enseña a tomar decisiones acertadas a pesar de las contrariedades.
Nos enseña a ver con ojos positivos aunque no veamos esperanza, a optar por amar, compartir y sacrificarnos aun cuando no tengamos suficiente, a decidirnos a obrar bien aun cuando a nuestro alrededor todo esté mal.

Sin las pruebas no habría testimonio.

Sin esas debilidades y molestias fastidiosas, sin esos pecados asediantes y defectos vergonzantes, tu fe no se vería puesta a prueba.
Solo en el candente horno de la aflicción, los cristianos nos deshacemos de la escoria a la cual, por nuestra necedad, nos aferramos con vehemencia.
Aunque no siempre entiendas porqué tienes pruebas, dificultades, pesares y quebrantos, ¡recuerda que Dios sabe lo que hace! Él conoce todos los objetivos que persigue con cada prueba, dificultad o aflicción.

Él ha prometido que “a los que aman a Dios, ¡Todas las cosas les ayudan a bien!” (Romanos 8:28)  ¡Como hijo del Señor que eres,  Él no permitirá que te pase nada que no sea para tu bien!
Claro que muchas veces pensamos: “¡Pues… caramba, a mí me han pasado un montón de cosas que no parecen nada buenas!”
¡Pero tarde o temprano comprobarás que sí fueron buenas para ti de alguna manera!

Todos los que han sido muy útiles al Señor, primero tuvieron que pasar quebrantamientos y humillaciones para que perdieran toda confianza en si mismos.
De otro modo, se habrían enorgullecido tanto y habrían quedado tan seguros de sí mismos, de sus talentos y de sus dotes carnales y naturales, que de haberse servido Dios de ellos, se habrían atribuído la gloria a sí mismos.

Por eso Él prefiere valerse de lo débil y lo necio, “¡para que nadie se jacte en Su presencia!” (1Corintios 1:25-29)

Para que sometida a prueba vuestra fe, mucho más preciosa que el oro, el cual aunque perecedero se prueba con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo. (1Pedro 1:7)


DIOS TE BENDIGA