domingo, 19 de febrero de 2012

Cruzar el umbral de mi puerta


“”… Cuando mi hermana menor me llamó diciendo que había tenido un sueño muy extraño y que lo ha había plasmado como otras tantas veces en sus dibujos, comprendí que su consciente se había fundido con sus subconsciente y que estaba preparada para dar el gran salto. Visualizó una puerta en el infinito, un rostro con tres ojos y dos caras a los pies de la cama, las cuales se asomaban indistintamente como mascaras teatrales, divisando por tanto, sus alegrías y sus tristezas, Comprendí que el miedo que había sentido en ese momento estaba latente en su memoria…””

Nunca nos hemos puesto a pensar sobre el miedo que podríamos sufrir cada vez que cruzáramos al otro lado de la puerta, ya que a veces, no sabemos lo que podríamos encontrar al traspasar ese umbral que tantas veces atravesamos inconscientemente. Sobra decir cuando lo hacemos por primera vez.

Ese miedo a lo desconocido es parte del terror que se puede llegar a sentir tras atravesarlo, puesto que nuestras vidas pueden cambiar por completo. Nuestra mente crea por tanto, todo tipo de circunstancias pensando, muchas veces, que el arriesgarse a veces no merece tanto la pena y que siempre tenemos tiempo de echar marcha atrás.

Hay quien dice que cruzar el umbral significa morir y morir para renacer. Realmente es cierto puesto que nuestro destino, como Ave Fénix, resurge de nuestras cenizas cambiando 360º. Una decisión, una contradicción, una duda o problema adquieren otro matiz después de haber cruzado esa puerta que tanto tememos. En definitiva, un buen o mal paso dado en nuestra vida, cambiará nuestro camino, el resto de nuestra vida, aunque intentemos volver sobre nuestros anteriores pasos. Es decir, si portamos un objeto con nosotros, cuando queramos volver a dejarlo en donde antes estaba ubicado, ya no estará expuesto de la misma forma porque el tiempo y el entorno habrán cambiado y ya no será el mismo…

Así actúan nuestros pensamientos.

La puerta del infinito es la decisión que debemos tomar para cambiar un aspecto de nuestra vida. De nosotros depende abrirla o cerrarla para siempre. Cualquiera de estas dos tareas realiza un esfuerzo en nuestra mente para salpicarnos en la curiosidad y exprimirnos en la tentación de lo que hubiera pasado si hubiéramos tomado una de las dos decisiones: ¿Cual seria la correcta?. Y si hubiéramos descartado la siguiente, que hubiéramos ganado o perdido en la elección?...  Esa sombra de la duda, adquirirá por tanto, ese mal sabor de boca que se queda, tras el arrepentimiento.

Si la cerramos para siempre, nos quedamos con lo cotidiano y no avanzamos seguramente en nuestro camino. Si por el contrario, abrimos la puerta y pasamos al otro lado podía aparecer de nuevo la duda de habernos equivocado o tomado la decisión correcta. Por consiguiente, aunque rectificar sea de sabios, como un resorte, nuestra mente decidirá borrar los pensamientos convirtiéndolos en compartimentos o secciones de nuestro pasado para crear nuevas formas de pensar y dando paso a otra parte nueva y completamente distinta a la anterior y por consiguiente, a nuestra existencia.

A veces, incluso, al pasar de una habitación a otra, olvidamos lo que queríamos a hacer y a lo que realmente habíamos venido... Así actúan nuestros pensamientos.

Ahora, ya sabemos porque queremos decir “quise venir aquí por algo….””

Hemos arriesgado en cambiar nuestra vida y nuestro entorno porque cruzamos el umbral, porque queríamos sentir de forma diferente algo que queríamos tener o poseer. Hemos cambiado nuestra vida para mejor o peor. Pero sea lo que sea, hemos aprendido con ello.

El rostro de tres ojos es el miedo a lo desconocido, el miedo que podemos sentir al cruzar dicho umbral y por tanto, a lo que podemos encontrar tras él. El tercer ojo es la apertura de los sentidos y por tanto, nos abrimos a tener más consciencia más clara de aquello que nos rodea y que nos avisa de nuestros nuevo don. Nos informa, por tanto que el paso esta dado y podemos visualizar mejor las cosas.

De nosotros depende que nuestra vida tome una forma u otra y que quede agazapada a los pies de nuestra cama, con su cara de tristeza o de alegría porque lo que podemos encontrar al cruzar nuestro umbral todo depende del cristal con que se mire. Por tanto, debemos cruzarlo e intentar poner rostro a nuestro nuevo destino porque para eso lo hemos elegido.

Siempre debemos ser optimistas con aquellos que preferimos para nosotros y que arriesgarnos al abrir esa puerta, esperando a que aquel rostro que encontremos tras de ella, sea parte de nuestra vida que nos sonríe con esperanza...


“”Si no puedo cruzar una puerta, cruzaré otra o haré otra puerta. Algo maravilloso vendrá, no importa lo oscuro que esté el presente.””

Rabindranath Tagore

JMSalvador
19/02/2012



domingo, 12 de febrero de 2012

Una pequeña historia de amor...


En Nueva York un niño de 10 años estaba parado, descalzo, frente a una tienda de zapatos apuntando a través de la ventana y temblando de frío. Una señora se acercó al niño y le dijo:

         - "Mi pequeño amigo ¿qué estás mirando con tanto interés en esa ventana?".

La respuesta fue:

         - "'Le estaba pidiendo a Dios que me diera un par de zapatos".

La señora lo tomó de la mano y lo llevó adentro de la tienda, le pidió al empleado que le diera media docena de pares de calcetines para el niño.

Preguntó si podría prestarle una palangana con agua y una toalla. El Empleado rápidamente le trajo lo que pidió. La señora se llevó al niño a la parte trasera de la tienda, se quitó los guantes, le lavó los pies al niño y se los secó con la toalla.

Para entonces el empleado llegó con los calcetines, la señora le puso un par de ellos al niño y le compró un par de zapatos. Juntó el resto de los calcetines y se los dió al niño. 

Ella acarició al niño en la cabeza y le dijo:

          - "¡No hay duda pequeño amigo que te sientes más cómodo ahora!"

Mientras ella daba la vuelta para marcharse, el niño la alcanzó, la tomó de la mano y mirándola con lágrimas en los ojos le preguntó:

          - "¿Es usted la esposa de Dios?"



lunes, 6 de febrero de 2012

¡A pesar de todo, confía en Dios!


El amor de Dios no siempre nos libra de dificultades, pero es un amor que siempre nos libera a través de las dificultades.

La vida está llena de pruebas y dificultades.

Todo el mundo atraviesa situaciones o circunstancias que dejan que desear, o con las que tenemos que lidiar y enfrentar todos los días.
La vida en la Tierra es un banco de pruebas y ensayos que nos enseña a tomar decisiones acertadas a pesar de las contrariedades.
Nos enseña a ver con ojos positivos aunque no veamos esperanza, a optar por amar, compartir y sacrificarnos aun cuando no tengamos suficiente, a decidirnos a obrar bien aun cuando a nuestro alrededor todo esté mal.

Sin las pruebas no habría testimonio.

Sin esas debilidades y molestias fastidiosas, sin esos pecados asediantes y defectos vergonzantes, tu fe no se vería puesta a prueba.
Solo en el candente horno de la aflicción, los cristianos nos deshacemos de la escoria a la cual, por nuestra necedad, nos aferramos con vehemencia.
Aunque no siempre entiendas porqué tienes pruebas, dificultades, pesares y quebrantos, ¡recuerda que Dios sabe lo que hace! Él conoce todos los objetivos que persigue con cada prueba, dificultad o aflicción.

Él ha prometido que “a los que aman a Dios, ¡Todas las cosas les ayudan a bien!” (Romanos 8:28)  ¡Como hijo del Señor que eres,  Él no permitirá que te pase nada que no sea para tu bien!
Claro que muchas veces pensamos: “¡Pues… caramba, a mí me han pasado un montón de cosas que no parecen nada buenas!”
¡Pero tarde o temprano comprobarás que sí fueron buenas para ti de alguna manera!

Todos los que han sido muy útiles al Señor, primero tuvieron que pasar quebrantamientos y humillaciones para que perdieran toda confianza en si mismos.
De otro modo, se habrían enorgullecido tanto y habrían quedado tan seguros de sí mismos, de sus talentos y de sus dotes carnales y naturales, que de haberse servido Dios de ellos, se habrían atribuído la gloria a sí mismos.

Por eso Él prefiere valerse de lo débil y lo necio, “¡para que nadie se jacte en Su presencia!” (1Corintios 1:25-29)

Para que sometida a prueba vuestra fe, mucho más preciosa que el oro, el cual aunque perecedero se prueba con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo. (1Pedro 1:7)


DIOS TE BENDIGA