jueves, 12 de abril de 2018

CAER PARA VOLVERSE A LEVANTAR



No sé cómo he llegado hasta este punto. No se como caí, como no me di cuenta a tiempo o cuando no quise verlo. Cuando tropecé y no pude o no quise levantarme. Dejé que las piedras se fueran asentando a mi alrededor y no me propuse nada más que esperar a que éstas se apartasen y no me cubrieran por completo.

Creo que seguí todos los pasos indicados, el camino trazado, los objetivos marcados. Desdé niño así lo vi, así lo comprendí, así lo sentí. Me mostraste el niño que había en mí, la luz indicando mi vida, mi libro de lomo negro con las páginas en blanco… Me pediste un libro y te lo escribí, un poema y te lo dediqué, una sonrisa, un suspiro y una lágrima cuando así me lo indicaste…

Y ahora sigo aquí, cubierto por la primera piedra que una vez me tiraste para que me diera cuenta que mi camino no iba a ser un lecho de rosas y lo aguanté para no decepcionarte.
Cuanto ha pasado de esto, ¿diez años, veinte, un siglo, cien...?

Y no he aprendido todavía o aprendí demasiado deprisa y me resbalé. Te pedí ser niño y fui joven, ser dichoso y bajé tres escalones, saber de la vida y me apalearon, amar y ser amado…
Creo que al igual que me lo diste me lo quitaste, era lógico. Mi vida no es mía sino tuya, tal vez no te entendí lo suficiente para saber lo que querías decirme.

“Te estás equivocando”. Una y otra vez así me dijiste en sueños. Pero opté por conformarme para no desviarme de tu camino e incluso me esperé a que me dieras las pautas suficientes para seguir llevando a tu gente por el camino marcado, todo por no defraudarte. Dejé que las piedras cubrieran mi rostro, que minaron mis fuerzas para quitármelas de en medio, que rompí mis uñas arañando cada abertura de aire que entraba junto a la minúscula luz del sol que me iluminaba, con eso me conformaba.

No supe hacerlo bien, o no supe expresarme.

Teresa decía que sintió tu “oscuridad” y hasta hoy no la comprendí. Te tenía tan cerca que no se dio ni cuenta porque tenía sed de ti en todo momento y ansiaba cada vez más tu presencia. Pero siempre te tuvo ahí y tal vez no se dio ni cuenta porque lo que quería no era lo que le dabas.

Así me siento yo, ahora…

Ahora estoy perdido, ahora tengo miedo. La ansiedad agobia mi ser y la depresión hace mella en este preciso instante ya que no tengo fuerzas ni para salir de este bache. Toqué fondo y aun así había más fundo para seguir cayendo. Todo lo que había ganado, lo he perdido en un instante.

“Aun así sigue construyendo…”

Me desmotivé para seguir escribiendo, para seguir expresando todo aquello que sentía y aun así insistías “sigue escribiendo”.

No supe o no enseñé o no me expresé lo suficiente para explicar a mi familia que todos somos unos y nuestros problemas son nuestros y no debemos separarnos. Aun así, seguí unificando…

Cuantas veces me han escupido y reído y me han insultado y cuantas veces he cedido y me he apartado y he dejado que me sigan pisoteando y aun así he continuado…

Cuantas veces me lo dijo, no llorarás, no soltarás ni una lágrima, pero las heridas serán tan profundas que nunca se te cerrarán.

Y después de todo, ¿puedes amar a Dios cuando la vida se complica? Algunos me dirían, ¿puedes creer en Él cuando no está para consolarme?, ¿de verdad existe?...

Claro que existe, para mí existe, no ha sido Él que me ha dado esta vida complicada para ponerme a prueba, he sido yo mismo que no he sabido saborear bien la vida. Tal te no he sembrado como debía sembrar o no era el sitio indicado. Creo que sigue estando a mi lado pero no le veo o no he sabido localizarle.

¡¡¡Tanto desasosiego...!!!

Dejé de ser ángel del Cielo para convertirme en soldado de barro y carne para defenderte. Luché, con todas mis fuerzas para que nadie sufriera a mi alrededor y perdí en la batalla de la misión que me encomendaste.

Ahora sigo sentado, esperando mi destino, esperando que alguna de las puertas que hay a mi alrededor se abra y pueda de nuevo volver a remontar el vuelo, tal vez salir de entre las piedras caminando a mi nuevo destino o dejar que me aplasten para dejarme totalmente sepultado.

Tal vez todo se haya acabado…

Pero, aún así, herido, hundido, sin aliento y fatigado tengo que hacer mi último esfuerzo para decirte:

“Padre, soy tu hijo. Por favor, Padre, ayúdame porque estoy confundido, herido, doblegado. Tengo miedo, no sé, no entiendo. Intento conducir mi destino, pero no está funcionando en mi corazón y en mi vida cotidiana. Falta algo, sé que eres Tu pero no sé hablarte, no sé dónde estás, no sé qué decirte para así llamar Tu atención… Por favor, escucha mi voz, por favor, Ayúdame”

Jesús Mª Salvador ©
12-04-18