lunes, 30 de marzo de 2015

TENGO UN SUEÑO… (Martín Luther King)


Javier siempre había sido un chico soñador, normal y con ilusiones. Se había dedicado a sus estudios nocturnos que compaginaba con el trabajo en el bar que tenían sus padres. Puso tanto esfuerzo y empeño por conseguirlo, que la vida le pasó factura a su delicado corazón. Pero aun así, consiguió trabajar en grandes empresas hasta tener un puesto a su medida y que pudiera vivir holgadamente, de eso ya hace 22 años. Se casó con una guapa y buena mujer, tuvo una hija y siempre tuvo grandes amigos a su lado que le apoyaron en todo momento.

Pero aun así necesitaba algo más para sentirse realizado y él sabía con certeza lo que le faltaba por cumplir. Necesitaba sentir de nuevo su niñez, su juventud, no perder sus recuerdos y recobrar todo aquello que tanto había añorado y querido: sus amigos del colegio, de ese colegio que le vio crecer en aquella ciudad pequeña al suroeste de Madrid.

Buscó teléfonos, indagó en las redes sociales hasta conseguir que alguien contestara a sus plegarías y tener algún ápice de esperanza de aquellos hombres y mujeres que compartieron con él su vida cuando aún era joven.

Encontró al primero el cual se reunió con él en un bar para expresarle sus inquietudes y deseos y, alegrándose de lo que le proponían, buscó a un segundo y éste a su vez a un tercero... Estaban escondidos, entre otros lugares, en Torrejón, en Valencia, en Málaga y en Badajoz. A estos le siguieron cuatro más, luego cinco, después once y hasta ahora que lleva treinta y siete… Casi tres años de búsqueda sin descansar para intentar completar los tres cursos de primaria que formaban Octavo de EGB.

Por tanto, Javier nunca perdió su ilusión y encontró así la forma de hacer sus sueños realidad.

Con medio siglo de vida en nuestras espaldas nos damos cuenta de que al final, lo que prevalece, es la ilusión y las esperanzas de poder recobrar y recordar lo que ya creíamos perdido. Esto es lo bonito, me comentó Marisa, poder afianzar todo aquello que conseguimos en el colegio siendo aún niños. Valores con una base sólida entre los amigos de la infancia y de la juventud, entre los cimientos que nos crearon y mostraron nuestros padres, pasando calamidades para poder contentarnos e ir a cualquier excursión extraescolar (Málaga, Mallorca, Galicia, Granada…) y vendiendo cartones o lotería para conseguirlo y que ellos pusieran el mínimo posible. El poder salir de excursión al Prado, al museo de Cera o de ciencias Naturales o a comernos un bocata en lo alto del Viso, en el Día de la Tortilla, metiéndonos en líos porque la zona estaba por antaño militarizada. Crear amistades en las Permanencias y en los comedores, hacer pellas, huir de la Mano Negra que nos aterrorizaba en los servicios, llevarnos algún que otro castigo del algún profesor o profesora y alguna que otra bofetada de alguna compañera por burlarnos de ella o intentar levantarle la falda. Pero sobre todo vivir sanamente y con respeto, sin dejar aún lado nuestra adolescencia de los 70.

Así crecimos, con esas anécdotas y compromisos que tanto nos inculcaron nuestros profesores con ayuda de nuestros padres y que nos enseñaron a luchar por aquello que queríamos, apreciando lo mucho o poco que poseíamos. Ese sacrificio que nos hacían renunciar muchas veces, como críos que éramos, a ciertas cosas porque la vida no nos la daba o nos las enseñaban vagamente. Es fue nuestro verdadero pilar de educación, de nuestra vida a la cual soldamos porque así sería el motivo principal de nuestra existencia.

Eso es lo que hemos intentado trasmitir a nuestros hijos.

A veces, a nuestra edad es bueno recordar y sentirse el Peter Pan de nuestros sueños que ahora, todos juntos, intentamos de nuevos exteriorizar y plasmar en cada reunión que tenemos después de treinta y cinco años perdidos de historias y aun viviendo en la ciudad no nos las hemos contado.

Ahora, Javier ha cumplido su sueño y le damos las gracias por hacerlo realidad. Y no solo a él por llevarlo a cabo, sino a los que hicieron posible a que esto llegase a buen fin:

A Juanjo, Gloria y Mari Sole del C.E.I.P. La Gaviota por poner los medios para conseguirlo. A nuestros profesores, Pepe, Eduardo, Rafael, Pedro, entre otros, por sus experiencias y su dedicación. A nuestros padres por su esfuerzo para que estos sueños nunca quedasen en balde. A los que están perdidos y a los que ya no volverán, por ser parte de nuestra historia. Y sobre todo, a estos hombres y mujeres que ya, con unos cuantos añitos encima, hemos conseguido de nuevo reunirnos después de tanto tiempo para seguir recordando.

Si, Marisa, esto es lo más bonito que hemos conseguido y de lo que tenemos que sentirnos orgullos. Sobre ello hemos basado nuestra vida, sobre los valores y el respeto hacía lo que siempre hemos creído. Pero aún nos queda tiempo para seguir buscando, sobre todo, para recordar y seguir soñando…

Nunca perdáis vuestros sueños…



Jesús Estremera
C.P. Luis Carrero Blanco (La Gaviota)
Torrejón de Ardoz - Madrid
Promoción del Año 1965/1966