El amor de Dios no
siempre nos libra de dificultades, pero es un amor que siempre nos libera a
través de las dificultades.
La vida está llena de pruebas y dificultades.
Todo el mundo atraviesa situaciones o circunstancias que dejan que desear,
o con las que tenemos que lidiar y enfrentar todos los días.
La vida en la Tierra es un banco de pruebas y ensayos que nos enseña a
tomar decisiones acertadas a pesar de las contrariedades.
Nos enseña a ver con ojos positivos aunque no veamos esperanza, a optar por
amar, compartir y sacrificarnos aun cuando no tengamos suficiente, a decidirnos
a obrar bien aun cuando a nuestro alrededor todo esté mal.
Sin las pruebas no habría testimonio.
Sin esas debilidades y molestias fastidiosas, sin esos pecados asediantes y
defectos vergonzantes, tu fe no se vería puesta a prueba.
Solo en el candente horno de la aflicción, los cristianos nos deshacemos de
la escoria a la cual, por nuestra necedad, nos aferramos con vehemencia.
Aunque no siempre
entiendas porqué tienes pruebas, dificultades, pesares y quebrantos,
¡recuerda que Dios sabe lo que hace! Él
conoce todos los objetivos que persigue con cada prueba, dificultad o
aflicción.
Él ha prometido que “a
los que aman a Dios, ¡Todas las cosas les ayudan a bien!” (Romanos 8:28) ¡Como
hijo del Señor que eres, Él no permitirá que te pase nada que no sea
para tu bien!
Claro que muchas veces
pensamos: “¡Pues… caramba, a mí me
han pasado un montón de cosas que no parecen nada buenas!”
¡Pero tarde o temprano
comprobarás que sí fueron buenas para ti de alguna manera!
Todos los que han sido
muy útiles al Señor, primero tuvieron que pasar quebrantamientos y
humillaciones para que perdieran toda confianza en si mismos.
De otro modo, se
habrían enorgullecido tanto y habrían quedado tan seguros de sí mismos, de sus talentos y de sus dotes
carnales y naturales, que de haberse servido Dios de ellos, se habrían atribuído la gloria a sí mismos.
Por eso Él prefiere valerse de lo débil y lo necio, “¡para que
nadie se jacte en Su presencia!” (1Corintios 1:25-29)
Para
que sometida a prueba vuestra fe, mucho más preciosa que el oro, el cual aunque
perecedero se prueba con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando
sea manifestado Jesucristo. (1Pedro 1:7)
DIOS TE BENDIGA
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