domingo, 23 de agosto de 2020

ECHARTE DE MENOS

Como no echarte de menos ahora que ya no estás pegada en mi costado. Pensé que eras eterna, incombustible y que no te irías nunca de nuestro lado.

Como no echarte de menos cuando te he visto crecer en tu vida y has visto la mia cómo evolucionaba cada día.

Como no echarte de menos cuando has sido madre coraje, paciente e invulnerable y como sacabas las garras como leona cuando tus hijos pasaban hambre.

Madre de madres, madre no eterna a pesar de mis pesares, que luchabas por los que te buscaban cuando éstos no encontraban donde apoyarse.

Como no echarte de menos cuando tirabas de un carro de calamidades y que no dejabas a nadie fuera, aunque te dieran disgustos y eso te hundiera.

Quién se acordará de nosotros cuando sigilosa te levantabas, a las tres de la mañana, para rezar por los ausentes y quien oirá ahora tus plegarias por los Santos venerables y los aquí presentes. 

Como no echarte de menos cuando en mis ataques de locura venías para acompañarme y cuando desde el mismo cielo bajaban para estar a tu lado y abrazarte. Hasta el mismo Jesús vino a escucharte.

¡Qué te contaría María, que desde entonces callaste!

No comprendiste nunca como algunas gentes te dijeron que te apartases cuando siempre las consideraste familia y parte de tu sangre. 

Y como preguntabas por ellas, aunque tu alma desgarrase. Siempre las tuviste presente cada noche al acostarte. 

Como no echarte de menos cuando a medianoche me llamabas, para encontrarnos al alba comentando nuestras hazañas en las frías noches de madrugada. 

... y no nos importaba.

Me hablabas de nuestro Padre, de los tuyos, de su Hijo, de tus hijos, de los míos, de tu fiel esposo y la adoración que sentías por tus nietos, y sonreías.

Cuántas veces hiciste prometerte que cuidaría de ellos si en algún día no estuvieras, que intentase no perderlos en esta sociedad que tanto te oprimía.

Puedo asegurarte niña, que caminan por el buen sendero y les va bien en lo que se refiere a sus vidas, si no te lo diría.

Como no echarte menos cuando te sentabas en tu patio de flores, esas que regabas cada día, con tu gato acaramelado y donde hiciste tu capilla, la que siempre proclamabas el Dulce Nombre de María. 

Que dolor tan grande cuando me llamaron una mañana para que cumpliera con mis obligaciones y aquello cerró mis ventanas, abriendo viejas heridas de los que allí ya no estaban.

Y qué gozo tan grande y con lágrimas en los ojos cuando vinieron a buscarte y lo tranquila que te fuiste. Como se difuminó tu vida dando paso en el cielo a una luz grande y viva.

¡Dónde iré yo ahora para consolarme, ahora que todo lo he perdido y ya no me queda nada ni nadie! ¡Dónde iré yo ahora cuando pierda mis alas y no sepa dónde encontrarte!

Mi querida niña, mi querida compañera, mi querido soplo de aire que te me has ido en mi instante. Carne de mi carne, sangre de mi vida, vuela alto y libre con aquellos que ya te guían.

Como no echarte de menos ahora que ya no podré abrazarte…

 
Jesús Mª Salvador ©
14-08-2020










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