jueves, 11 de noviembre de 2010

LA SED DEL HIJO


Después de ver una de mis películas preferidas, “Ciudad de Ángeles”, me dispuse en irme a dormir puesto que el día había sido tremendamente agotador. Pensé que este calor sería mejor amortiguado si me abanicaba un poco en la cama, ponía mi almohada a los pies y mi mirada fija por la ventana abierta encaminada a ver aquellos chopos de corteza blanca que adornaban como colosos, la entrada al portal de mi casa. Pero también pensé que era mejor regar las plantas ahora que tenía tiempo y obligar al sueño a que me venciera y caer de golpe sobre el lecho de mi habitación compartida.

Regaré, pensé, solo las que están en la jardinera de fuera para no molestar mañana a los vecinos que tanto les molesta que tenga plantas en mi terraza. Por tanto, dejaré las que están dentro de ésta para mañana temprano y así solo me molesto yo.

-          ¿Y porque no riegas todas a la vez? -me dijo enturbiando mi paz interior.
-          Estas aquí, ya te echaba de menos.- le contesté.
-          ¿Porqué no riegas todas a la vez?- volvió a insistirme.
-          Si has leído mis pensamientos pensé que podía hacerlo en dos tandas, como siempre. Hoy una cuantas y mañana el resto.
-          Tal vez mañana sea tarde para el resto de tus plantas. Si riegas unas ahora y mañana riegas el resto, unas tendrán para comer hoy y mañana el resto, puedes tenerlas muertas y sus raíces estarían secas. No te serviría de nada regarlas.

Mientras llenaba la regadera de agua, seguía pensando que lo mejor que podía hacer era regarlas todas tal y como él me pedía. Empecé por las de fuera echándole abundante agua viendo como el liquido corría por sus hojas continuamente y empapaba la tierra que las veía crecer.

-          Y dime- seguí preguntando- ¿cómo sabré si es suficiente el agua que les echo?
-          Ellas te lo dirán.
-          Ya, pero si les hecho mucha, las ahogo y si les echo poca, mañana volverán a tener sed.
-          Ellas te lo dirán. Si echas demasiada se acostumbraran a ella y el día que no las riegues se marchitaran porque no se han acostumbrado a vivir con poco agua. Si por el contrario, les echa poco agua, ellas misma se acostumbraran a vivir con lo poco que tienen.
-          ¿Y cómo sabré que lo hago bien?-continué pensando mientras seguía mi trayecto entre el grifo de la cocina y la terraza de mi casa.
-          Algunas, te brindarán con olores mientras las riegas puesto que sus flores expulsaran su aroma mientras lo haces. Otras, como los arbustos, la hiedra y los potos que tienes colgados, no te dirán nada e irán creciendo y cogiendo el color que las caracteriza…

Aquello parecía cierto puesto que el tomillo, el azahar y el incienso, bendecían siempre mis papilas olfativas mientras lo hacía y por las mañanas, las campanitas parecían más grandes de lo natural cada día…

-          Al Padre le pasa lo mismo con sus hijos- continuó diciéndome.- Dios le da el mismo amor por igual. No quiere a unos más que otros, no nos riega indistintamente por ello. Nos da de beber lo justo y necesario. No derrocha su amor más por ti que tu hermano que vive al lado de tu casa. Porque si así lo hiciera con alguno de ellos, cuando éste no recibiera todo el amor que el Padre le ha dado con anterioridad, ya pensaría que el Señor ya no es justo con él. Les da poco a poco su amor y su ternura para así verles crecer en paz y en armonía. Alguno seguro que desprenderá olores de distintas formas, se lo agradecerán, ayudarán a sus semejantes, les respetaran. Otros por el contrario seguirán en sus trece, amaran lo que tengan que amar, no creerán que el Señor les está animando desde dentro para que luchen allí afuera. No creerán por tanto que existe y creerán que siempre lo que hacen es fruto de su trabajo y lo han conseguido solos, sin nadie. Pero aún así, Dios siempre estará a su lado en todo momento crean o no en Él porque no dejará de regarles.

Y cuando Zacarías dejó de hablarme estaba acostado en mi cama, mirando fijamente al cielo estrellado y a aquellos chopos de corteza blanca que adornaban como colosos, la entrada al portal de mi casa.

Y el sueño se apoderó de mi alma hasta la mañana siguiente…

JMSALVADOR

De mi libro “El Discípulo de Yhavéh”


1 comentario:

  1. Que bello relato amigo mio. Esta mañana lo he leido por tercera vez y me sigue pareciendo tan lindo y tan fresco como el primer dia que lo leí. Quiza te parezca cursi, pero al leerlo sinto como caricias en el corazón. Dios te bendiga por compartirlo. Un beso de tu amiga Lourdes

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