jueves, 11 de noviembre de 2010

LOS OFICIOS DE LA VIDA



Había una vez un joven sentado debajo de un árbol preocupado por las recientes palabras que horas antes había tenido con su padre. Mientras miraba fijamente una hoja amarilla recién caída por la aproximidad del otoño, recordaba palabra tras palabra, todo lo que aquel cabeza de familia le había dicho autoritariamente.

“” Hijo, vas siendo mayor, tus tareas como hijo han sido superadas y tanto tu madre como yo estamos satisfechos de tus obligaciones caseras y familiares pero debes entender que no puedes estar más en casa y debes empezar a buscarte la vida para seguir tu camino el día de mañana. Debes estudiar para ser un hombre de provecho. Debes empezar a vivir tu propia identidad. “”

Cuanto más miraba la hoja, más pensaba en aquellas palabras que atormentaban sus palabras.

- Tu lo tienes fácil, le decía a la hoja, tu naces de un tallo, creces, y te alimentas y mueres dejando paso a otros tallos que saldrán de donde tú has estado. Yo quiero trabajar, claro que sí, quiero ser un gran maestro para poder enseñar a los lugareños del poblado pero también quiero ser padre y esposo y no dejar de ser hijo para mis padres. Pero aunque sea todo eso, quiero seguir estudiando las cosas maravillosas que me da la naturaleza. Quiero saber, entender y seguir pasando el tiempo debajo de tu copa rodeado de la sombra que das y del aire que acaricia suavemente mi cara. Y todo eso, es muy difícil a la vez y mi padre tiene razón, debo empezar a volar porque nunca más volveré a tener dieciséis años.

Volvió a mirar la hoja de nuevo y la dejó en el suelo con sumo cuidado para no dañarla y que continuase su camino por la inmensa pradera del norte del Himalaya... y suspiró profundamente. Tan profundamente que agitó las raíces del árbol y éste hizo mover sus ramas intensamente llamando al aire que por allí pasaba. Entró en sus pulmones y relajó al joven que apoyó su frágil cuerpo sobre el tronco de aquel enorme cedro y acomodando su cabeza de tal forma que le diera un respiro para poder olvidar un poco aquellas preguntar que tanto le martirizaban.

-          ¿Qué es lo que más te preocupa hijo?- dijo el árbol.- ¿cumplir los designios del padre o tus propios deseos?

-          Si no cumplo los de mi padre, creo que le estaré ofendiendo y todo aquello que me ha enseñado no habrá servido para nada.- se entristeció. – Pero si no hago lo que yo quiero, tampoco habrá servido de nada sus enseñanzas.

-          Comprendo.- dijo bajando una de sus ramas para acariciar su cabello oscuro y ondulado.

El aire rozó de nuevo su tez tostada y siguió jugando con las hojas para transpórtalas consigo hacia el inmenso cielo y luego soltarlas con suavidad en aquel manto de tierra y verde yerba.

-          ¿Y si hicieras todo a la vez? Cumplirías los deseos de tu padre y los tuyos propios.

-          Pero eso es difícil… ironizó el muchacho.

-          No te creas… Seguirías siendo el hijo que tanto temes olvidar mientras que aprenderías junto a mí hasta que el sol se esconda, todas aquellas preguntas que se agolpan en tu cabeza y que tanto ansias saber. Aprenderías tanto que serias un buen maestro de discípulos y tu sabiduría sería tan grande que todo el mundo querría saber lo que tú sabes. Y seguro, que de aquel grupo de gente que necesita escucharte, saldría aquella persona que te robará el corazón y te dará descendencia suficiente para poder educarla como tu padre te ha hecho contigo. Serias hijo, alumno, maestro, marido y padre. Todo eso en un mismo ser, en un mismo cuerpo que seguiría su camino en este hermoso ciclo de la vida.

Y sonriendo con las palabras que su viejo amigo le había dicho, se levanto de su regazo y meditó por un momento lo que el cedro le había regalado. Le abrazó con cariño y colocándose los ropajes que vestía, bajo, caminando y luego corriendo y saltando, ladera abajo para comentarle a su padre lo que hoy había aprendido.

Mientras tanto, el aire paró sus juegos con las hojas y le preguntó al árbol si creía que el joven había entendido sus palabras. El árbol sonriendo le contestó que si hoy no había entendido lo que le había dicho, el tiempo se encargaría de hacerlo porque es ley de vida seguir viviendo y caminando por el sendero que el Señor ha escrito para nosotros en el tiempo. 

JMSALVADOR
De mi libro “El Discípulo de Yahvéh”


2 comentarios:

  1. Que bello pensamiento has escrito aqui amigo bloguero.Es muy inspirador y tan cierto como sólo las lecciones de la vida suelen ser. Mil gracias por compartirlo. Y desde hoy seré tu seguidora si me lo permites. Saludos

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  2. Gracias querida amiga...Tu blogs tambien es muy bonito. Me encanta lo que escribes...

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